Alfabetización: un concepto que no se ha quedado
estancado, aunque el vocablo no se use tanto como en tiempos pasados.
Si en otras épocas la alfabetización se usaba para
significar “enseñar a leer y escribir” refiriéndose a estas habilidades como
algo básico, primario, hoy es mucho más que eso.
El sólo hecho de que el modo en que se enseña o se
“alfabetiza” a alguien varíe según el contexto sociocultural, indica también,
desde mi punto de vista, y sé que no es un concepto nuevo, que se puede enseñar
esas nociones básicas a alguien y no tiene que ser necesariamente cálculo o
escritura. Podemos alfabetizar sobre el comportamiento, podemos alfabetizar
sobre cómo entender la vida; podemos alfabetizar sobre la alegría.
Mucho se ha hablado sobre redefinir el concepto,
dado que no sólo se alfabetizan los alumnos sino también los docentes.
Pero más allá de todos esos planteamientos, me
quiero referir a la relación que guarda la alfabetización con la comunicación.
Pienso que cuando un grupo de personas es alfabetizado sobre un concepto, sobre
un tema o un sector, logra ver y entender las sociedades, el mundo, con más
claridad. Y se vuelve inmediatamente más libre. Esa es, para mí, la verdadera
trascendencia de la alfabetización.
Sin embargo son muchos los que aún no han podido
disfrutar de la alfabetización ni en su concepto original, ni en su concepto
desarrollado. Hay miles de personas que aún no dominan la lectoescritura y que
no tienen modo de hacerlo, a pesar de que existen la Alianza Mundial para la
Alfabetización y otras iniciativas de la Unesco.
Considero que actualmente existen diversos modos de
alfabetizar. También oralmente podemos enseñar a alguien que aún no domina la
lectura o el arte de escribir. Con la voz podemos ser útiles a esas personas
que en el mundo no logran ver lo mismo que vemos nosotros no porque no quieren,
sino porque no saben cómo hacerlo e ignoran por ejemplo que eme
con a
dice “ma” y que libertad es una palabra de tres sílabas.
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Leysa Martínez Ortiz
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