La encontraron muerta en un tanque de basura. Su
nombre era Mina. Llevaba ahí más de 8 horas. Los termómetros marcaban -2,5º C. Era
uno de los inviernos más crudos en Bucarest.
Mina fue drogada, golpeada brutalmente y violada.
Tenía 20 años.
La autopsia reveló que tenía sueños, una familia, un
plan de vida que no pudo cumplir.
Hasta el momento solo han capturado a Kill uno de
los autores del hecho. La policía confirma que se trata de una banda integrada
por 10 jóvenes de entre 15 y 19 años que practica el asalto callejero y que al
parecer se ha dispersado luego del suceso.
Despreciamos a las mujeres - ha dicho Kill - porque
son estúpidas, cobardes.
Cuando en el interrogatorio le preguntaron por qué
lo hicieron, comenzó citando un fragmento, el primer párrafo, para ser exactos,
de La Naranja Mecánica, libro de Anthony Burgess:
“Estábamos yo, y mis tres drugos (...)
exprimiéndonos los rasudoques y decidiendo qué podríamos hacer esa noche, en un
invierno oscuro, helado y bastardo aunque seco.”
La policía sigue buscando al resto de los
integrantes de la banda, pero ya nada devolverá a Mina a esta vida.
Como ella, miles de mujeres en el mundo sufren violencia.
Muchas veces, (demasiadas veces) terminan muriendo. Algunas viven la cruel
experiencia de la ablación del clítoris, otras son golpeadas cada día por sus
maridos y prefieren callar porque el miedo también les hace la guerra y las
obliga a hacer silencio. Las golpean, las humillan, las ofenden o simplemente
las asesinan por ser mujeres.
Hay tantas en este minuto mirando sus caras
golpedas, sus bocas rotas, sus cuerpos “pintados” de moretones. Hay tantas que
lloran con la luz apagada o toman, ahora mismo, una pastilla para el dolor.
“Si mi cuerpo es como el de las demás ¿por qué a mí
me tratan como a una cosa?” Se pregunta, Amy, una niña de 14 años, mientras
pasea por una calle tailandesa en busca de clientes.
La violencia femenina se presenta a través de muchas
caras y con nombres diversos: turismo sexual, prostitución o esclavitud sexual,
feminicidio, discriminación, infanticidio, matrimonios forzosos, violencia
psicológica.
¿Hasta cuándo durará? Pregunta que aún no tiene
respuesta. Es impresionante cómo en un mundo avanzado tecnológicamente, que ha
logrado responder miles y miles de enigmas universales, todavía no se encuentre
el camino correcto, la solución absolutamente aplicable para detener la
violencia femenina.
La violencia contra las mujeres y las niñas durará
hasta que tú, HOMBRE, entiendas que somos iguales y que por violar y cortar en
pedazos a una chica no eres aquí el más fuerte sino el más cobarde de los dos. Durará
hasta que te des cuenta de que cada vez que golpeas un cuerpo de mujer, o la
obligas a prostituirse para ti, te estás hundiendo a ti mismo. Durará hasta que
yo, MUJER, entienda que sí puedo levantarme y detener a esas y esos que ven en
mí a un ser débil.
Ojalá que estas letras sirvan de algo. Si al menos
una MUJER las lee y logra encontrar un poco de valor para detener a quien la
golpea o la ofende o la vende a otros hombres, entenderá que es fuerte, que sí
vale, que sí puede. Yo por mi parte estaré más tranquila, porque habré ayudado
a una hermana, a una amiga, a una dama.
Si permanecemos unidas, los muros
pueden derribarse.
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Leysa Martínez Ortiz