venerdì 4 agosto 2023

TE AMO, VIDA.

 

Recientemente he visto dos filmes que me han hecho reflexionar sobre cuánto valoramos nuestras vidas. Me he preguntado hasta dónde somos conscientes del valor de una vida: la nuestra y la de los otros.

La primera película se titula: Una oración antes del amanecer (A Prayer Before Dawn) protagonizada por Joe Cole y dirigida por Jean-Stéphane Sauvaire. Está basada en el libro A Prayer Before Dawn: My Nightmare in Thailand's Prisons de Billy Moore, un ex boxeador inglés.

La película cuenta cómo este hombre, adicto a la heroína, y después de haber encontrado trabajo como boxeador en Tailandia, cae nuevamente en el uso de drogas. Es detenido por la policía y luego enviado a una de las cárceles tailandesas más peligrosas, donde impera el poder de las bandas criminales.

Desde el mismo instante en que pone un pie en la cárcel una avalancha de violencia lo absorbe, lo rodea y el espectador lo sufre con él gracias al excelente uso de los silencios, el escenario, la psicología del personaje y la atmósfera colectiva unido a la incomunicación que se produce debido al desconocimiento del idioma. En todo momento el personaje tiene dos opciones: morir o sobrevivir, debido al comportamiento abusivo de los otros prisioneros.

Es predominante la sensación de impotencia y desamparo de Billy, el único blanco y extranjero en esa cárcel. Billy siente la necesidad imperiosa de volver a las peleas y poco a poco logra ser aceptado en los entrenamientos para luego participar en torneos de muay thai. Encontrará a un compañero que lo guiará y ayudará a encontrar la redención. Pero aunque las cosas van cambiando para bien, y ya logra una mejor comunicación con los que le rodean, Billy está enfermo. Su hígado ha sufrido las consecuencias de las drogas y el alcohol. Es hospitalizado y aunque en el hospital tiene la posibilidad de escapar decide no hacerlo.

La segunda película: Trece, es una adaptación estadounidense de la francesa 13 Tzameti. Un joven tiene una fuerte necesidad económica. Su padre está enfermo en el hospital. Es necesaria una cirugía que cuesta demasiado dinero. Ciertas circunstancias permiten que este joven acceda a una competencia clandestina donde se apuesta la vida de seres humanos. La competencia está organizada por hombres de mucho poder y dinero que sienten placer al ver morir a los competidores. La competencia en sí consiste en lo siguiente. Cada jugador es identificado con un número. Se ponen todos en círculo, cada uno con una pistola que primero tiene una sola bala y a medidas que el juego avanza se le va incorporando un proyectil más.
Cada jugador debe apuntar a la cabeza del que tiene delante y cuando se encienda una luz tendrá que disparar. Es en ese instante de tensión, en espera de que se encienda la lámpara que determina de alguna manera la vida o la muerte, que los jugadores sienten miedo. Miedo de perder la vida sin haberlo planeado, sin quererlo, sin pedirlo.

En las dos películas la Vida cobra una importancia que hasta ese instante no había sido valorada lo suficiente por los protagonistas. Por eso me he detenido a pensar cuánto estoy valorando mi vida. A qué por ciento estoy presente en mi vida, en el aquí y ahora.

Y RESPIRO. Ahora más que nunca respiro como un despertar de conciencia, como un pasaje para el minuto siguiente. No es un collar de perlas preciosas, ni la moda en tendencia, ni los juicios a los que acuden cada día los abogados, ni el valor elevado del petróleo. Es la presencia, el gesto, el decir te quiero a quien corresponda. Es celebrar los ojos abiertos, la sonrisa, el tacto. Es El Camino. Es La Vida.

Leysa Martínez Ortiz

Locutora, Escritora y

Oradora Motivacional


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